El Principito, la obra del aviador, convertido en escritor, Antoine de Saint Exupéry, es el libro escrito en francés más leído y más traducido de todos los tiempos.
Su personaje, un niño inquieto de cabellos rubios que recorre el universo buscando proteger al bien más preciado de su diminuto planeta, una rosa, trasciende edades y fronteras y deja mensajes profundamente vigentes a más de 80 años de haber salido a la luz.
Quienes visiten Concordia en la provincia de Entre Ríos seguramente llegarán hasta el Parque San Carlos, un espacio verde a la orilla del río Uruguay, y se sorprendan ante la presencia de una estatua que nos recuerda a ese adorable personaje sin nombre, pero que todos conocemos como “El Principito”. ¿Qué hace ahí? ¿Por qué?
La conexión entre Concordia y este famoso cuento nace allá por 1929 cuando el piloto francés Antoine de Saint Exupéry se encontraba trabajando en Argentina para la compañía de transporte de correo, Aeroposta Argentina, cuando una ventosa tarde de verano su avión sufre un desperfecto y debe aterrizar de emergencia en un claro a orillas del Río Uruguay y una rueda del artefacto queda atascada en un pozo.
La casualidad hizo que el lugar elegido para su aterrizaje forzoso perteneciera a los terrenos del actual Castillo San Carlos, en donde vivía el matrimonio francés Fuchs-Valon, que ocupaba el palacio construido por otro francés en 1888 con todos los lujos de la época y materiales importados: hierro de Inglaterra, madera de Alemania, mármol de Italia, arañas de cristal y terciopelos de Francia y el exterior revestido con piedra lavada, extraída de las costas del río. La iluminación a gas (distribuido a través de cañerías) fue toda una novedad para la época, al igual que el sistema de agua corriente y los sanitarios móviles.
Mientras observaba su avión, vio llegar a dos sonrientes jovencitas de cabellos rubios (hoy serían adolescentes de 12 y 18 años) hijas de Fuchs Valon, que para su sorpresa lo saludan en francés y lo invitan a su casa mientras soluciona su avería. Saint Exupéry se queda encantado del lugar, de esas niñas que tenían unas curiosas mascotas como una iguana, una mangosta, un mono, un zorro y varias serpientes y de su madre que cuidaba amorosamente una plantación de rosas.
Tan encantado quedó con el lugar y la familia que le dio albergue, que 10 años más tarde en su libro “Tierra de Hombres” escribe: “Había aterrizado en un campo y no sabía que iba a vivir un cuento de hadas. Fue cerca de Concordia, en Argentina. [...] Tenían un hurón, un zorro, un mono y abejas. Todos vivían entremezclados, se entendían de maravillas, componían un nuevo paraíso terrestre. Ellas reinaban sobre todos los animales de la creación, los encantaban con sus manos, les contaban historias que, desde el hurón hasta las abejas, todos escuchaban”. “Todo parece tan lejano. ¿Qué habrá sido de las dos hadas? ¿Qué se ha hecho de sus relaciones con las hierbas locas y las serpientes?”.
Muchos de esos elementos pueden descubrirse en su gran obra “El Principito” y por eso se le adjudica parte de su inspiración a ese accidente fortuito que ocurrió en Concordia, Entre Ríos en 1929.
El presente del Castillo San Carlos
El Castillo se ubica dentro de un área protegida de 98 hectáreas a cinco minutos del centro de Concordia. Su ambiente se destaca por sus selvas en galería y lomadas ubicadas a la vera del río Uruguay que muestra las maravillosas islas de piedra de Salto Chico y la belleza característica de su paisaje.
La casa palaciega sufrió el deterioro del tiempo y el vandalismo de años de abandono hasta que la Municipalidad de Concordia lo puso en valor, rescatándolo del olvido y es visitado regularmente por vecinos y turistas atraídos por la historia de aquel gran escritor francés.
Allí como actividad de recreación, además de recorrerlo y adentrarse en la historia del lugar, se pueden realizar avistajes de aves, para reconocer su procedencia, características, canto, nidos, plumaje. El Jardín Botánico emplazado en el lugar es otro gran atractivo y está sembrado de añosos arboles de la zona, donde la infinidad de especies vegetales exóticas y nativas se alternan (especies como el ubajay, guayabano blanco, palo cruz o jazmín del Uruguay, laurel blanco, vivaro).
El custodio del parque
De pie sobre su asteroide B 612, con la mano en la cintura apenas apoyada sobre su espada curva, El Principito contempla el curso de las aguas y la vegetación exuberante que rodea las ruinas del castillo. La escultura, de marmolina, piedra pequeña y cemento blanco, es obra de la artista paranaense Amanda Mayor y fue erigida en 1997.